VLADIMIRO MONTESINOS: TUNELES QUE NUNCA SE OLVIDARAN





Como información de código abierto como se trata en inteligencia de fuentes abiertas, se conoció públicamente del reciente hallazgo por la Policía Nacional de un túnel de aproximadamente 180 metros de longitud en un inmueble deshabitado ubicado en la cuadra 8 de la Avenida Santa Rosa, aledaño al Penal Miguel Castro Castro, en el distrito de San Juan de Lurigancho.

Esta construcción inacabada aparentemente debía llegar y terminar en un lugar que era usado como restaurante dentro del citado establecimiento penitenciario. Y desde ese sitio se iba a producir una posible fuga de internos utilizando dicho túnel que nunca se realizó.

Ese descubrimiento tiene un antecedente previo que me hizo recordar aquel momento cuando al asumir la responsabilidad de conducir a la comunidad de inteligencia al inicio del gobierno del Presidente Fujimori el 28 de julio de 1990, recibimos y heredamos del régimen anterior un presente griego de una de las redes terroristas que había puesto en jaque al estado peruano.

¿Cuál presente griego?

En la madrugada del 9 de julio de 1990 se produjo la escandalosa fuga de 47 internos del MRTA, entre ellos los que se encontraban los cabecillas Víctor Polay Campos, Alberto Gálvez Olaechea y Miguel Rincón Rincón. Ello a través de un túnel de más de 300 metros que fue construido desde el exterior del precitado Penal hacia el interior del mismo. Y así pudieron fugarse.

Ese trabajo de ingeniería “terrorista” no fue increíblemente detectado en ese entonces por las fuerzas de seguridad ni los servicios de inteligencia del estado peruano. Estos jamás se percataron de la construcción de un túnel de esa extensión, que fue cavado sin ninguna dificultad en el transcurso de muchos meses.

Fue Peter Cárdenas Schulte, uno de los cabecillas del MRTA en libertad, quien tuvo la responsabilidad de diseñar y supervisar la construcción de ese túnel. Recordemos también que fue el encargado de dirigir al comando operativo que el 9 de enero de 1990 asesinó a sangre fría en el distrito de San Isidro, Lima, al ex Ministro de Defensa, General Enrique López Albújar Trint cuando llegaba a su oficina privada manejando su propio vehículo sin ninguna escolta de seguridad.

Este túnel llevó a la libertad a toda la dirección política de la red terrorista MRTA a tan solo 19 días para que finalizara el primer gobierno del Presidente Alan García Pérez.
Su sucesor, el Ingeniero Fujimori, recibió esta herencia: un aparato de estado cuya imagen se había deteriorado peligrosamente con esta fuga casi fantástica. Menuda tarea para la comunidad de inteligencia cuya estructura organizacional tuve que redefinir como reconceptizar la doctrina de inteligencia para adecuarlas al reto de los conflictos asimétricos practicados por las redes terroristas en el Perú.

En ese contexto situacional y desde la perspectiva en el campo de la seguridad y defensa, se debe tener presente que el trabajo de inteligencia y su reverso inexcusable la contrainteligencia para que sean eficaces y produzcan resultados, son casi siempre de largo aliento.
Estaba pendiente de volver al MRTA el duro revés sufrido por el Estado Peruano con motivo de la mencionada fuga a través de un túnel y darle un golpe de contundencia estratégica que dejara de ser una amenaza a la seguridad peruana.

La ocasión se presentó el 17 de diciembre de 1996 cuando un comando operativo del MRTA al mando de Néstor Cerpa Cartolini cometió el error de ejecutar la operación de asalto y ocupación de la residencia del Embajador del Japón en Lima tomando inicialmente a más de 500 rehenes, quedando posteriormente 72 personas secuestradas durante 126 días, con un objetivo político.

¿Cuál objetivo?
En la lógica emerretista que el gobierno cedería a sus pretensiones de liberar a todos los internos procesados y condenados por el delito de terrorismo pertenecientes al MRTA, así como el pago de un impuesto de guerra. Pero se equivocaron, pues con el terrorismo no se negocia. Había que mantener y hacer respetar el principio de autoridad en el estado peruano frente a cualquier clase de violencia, venga de donde viniere.

Para el rescate de los 72 rehenes se utilizò la táctica de construir cinco túneles desde las casas aledañas hacia el interior de la residencia, cuya responsabilidad recayó en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y en mi persona por ser el encargado de conducir la estrategia de inteligencia y determinar el día “D” y la hora “H” para que el Jefe de Estado pueda ordenar poner en ejecución la operación militar de rescate.

Uno de los acontecimientos clave que forman parte de esta historia que mereció el reconocimiento de todos los hombres de inteligencia quienes participamos para lograr que los heroicos comandos liberaran a los rehenes, fue el rol desempeñado por el Ingeniero Absalón Vásquez Villanueva quien el 2 de enero de 1997 trajo a las instalaciones del SIN, procedente de Ayacucho, tanto al ingeniero como a los mineros expertos en túneles quienes fueron los que bajo su directa supervisión construyeron el complejo sistema de túneles.

Y es gracias a ese trabajo anónimo se posibilitó que los comandos de las fuerzas armadas realizaran exitosamente por medio de dichos túneles una sorpresiva maniobra envolvente subterránea el 22 de abril de 1997: la Operación Militar Chavín de Huántar.

Néstor Cerpa Cartolini y el comando operativo del MRTA se preocuparon de vigilar al norte y el sur. Al este y el oeste. Y también hacia arriba. Pero se olvidaron de suelo y por ahí les vino el infierno a las 15.23 horas de dicho día en que fueron sorprendidos con tres explosiones subterráneas cuando jugaban fulbito entre la sala y el comedor del primer piso de la residencia.

Después de un intenso combate fallecieron 2 comandos quedando 25 heridos. Así como muerto uno de los rehenes cuando era trasladado al Hospital Militar Central. Y también muertos los 14 terroristas dejando de ser el MRTA una amenaza a la seguridad.

Por eso, estos túneles nunca se olvidarán.

VLADIMIRO MONTESINOS TORRES

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