LA FÁBRICA DE POSTVERDADES



POR: JAVIER IVÁN ARENAS.


Un extraordinario profesor que no pertenece al mundo académico del establishment me indica que la postverdad ha existido siempre, quizá desde que la política es tal y que no puede fichar el momento exacto. No lo descubrió Maquiavelo con su “virtú” ni los afamados politólogos de hoy. La verdad es bella pero la mentira es una obra de arte escribió un legendario columnista español. Lamentablemente en el Perú hay una fábrica construida por medios y periodistas que a diario producen postverdades enlatadas contra solo un sector político sin la menor vergüenza ni el menor rubor.

Son los medios de comunicación el poder fáctico que coloca la agenda a la política y a los políticos. El poder de los medios para transformar lo verde en rojo y lo rojo en negro no han cambiado por más de que ahora las redes sociales se hayan constituido en un poder alternativo, poder que no alcanza al impacto de un periodicazo con un titular estridente y que puede ser leído por el ciudadano de pie.

El presidente Martín Vizcarra ha sido devorado por la agenda de los medios. No de todos, pero de una mayoría sí. Su legitimidad empieza y termina donde estos medios quieren que así sea. Si mañana el presidente de pronto se manifestara a favor de que continúe la Ley Mulder, como casi el 90% de los peruanos quiere, entonces los mismos medios que hoy lo defienden empezarían una guerra contra él.

¿A qué voy con todo eso? A que a diario se fabrican postverdades, mentiras que van más allá de las mentiras, es decir mentiras que se dicen y repiten con tanta naturalidad que dejarían fríos a los consejeros del nazismo. Quiero mencionar el caso del fiscal de la nación Pedro Chávarry, quien mintió al decir que no se reunió con periodistas cuando sí existió tal convocatoria. Desde el punto de vista constitucional no hay delito ni falta alguna. Mintió sí, pero eso no equivale de modo alguno a que sea destituido o a la avalancha mediática que le caído con el único objetivo de verlo fuera de la fiscalía para evitar las investigaciones imparciales contra medios, políticos, periodistas involucrados en las componendas corruptas de las empresas brasileras ya conocidas, investigaciones que su antecesor el fiscal Pablo Sánchez dilató a gusto y paciencia.

Sin embargo, nos quedamos con una parte de la historia. Aquella historia enlatada se posiciona y se convierte en sentido común. Entonces Chávarry se ha convertido en un delincuente, en un rufián sin saber porqué. En los manuales del fascismo se dice que la política también es la lucha, la disputa por el relato único. Quizá algo de ello tendremos ahora.

En el ejercicio del periodismo ha primado el “todovale” y se alienta la guerra de religiones donde la excomulgación del enemigo es el fin que justifica todos los medios. Algunos medios alientan también la organización de dos bandos irreconciliables. En el medio no puede quedar ninguno. O eres fujimorista o eres caviar. Y eso no es tan cierto. Cuando la política se convierte más en una guerra convencional que una guerra “por otros medios” entonces todo se vuelve en un disyuntiva sin opción, en al inicio del largo camino al precipicio.

La polarización amenaza llevarse la república, esta república que va por su quinta elecciones consecutiva como jamás en la historia. Solo hubo tal parangón cuando existió una república de notables, una república de aristócratas que excluían del voto y la propiedad “a la inmensa mayoría” como ese poema de Blas de Otero. Hoy el Perú es una república distinta, con sus yerros y aciertos, hoy parecemos más una república de iguales que aquella república aristocrática.

Esta polarización ha judicializado la política y lo que es peor ha politizado la justicia, ha inundado e infestado las instituciones más importantes de la república. ¿El resultado? Allí tenemos las injerencias poco republicanas de Martín Vizcarra contra el titular del Ministerio Público y este le devuelve el golpe con una amenaza velada y repudiable. No obstante, de nuevo, la fábrica de post verdades santifica a Vizcarra y lapida a Chávarry. ¿Y los principios republicanos?

No todos somos naranjas, tampoco caviares. No todos relativizamos los principios republicanos, la autonomía de poderes y la institucionalidad cuando hay “estados de excepción”. Algunos nos resistimos a ser dominados por la fábrica de postverdades.

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