UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS SABERES DEL FEMINISMO



Por: Josué Barrón. 

Una de las características de estos tiempos posmodernos es la banalización del discurso por la condición nefasta que se tiene en la formación académica. Los problemas sociales, al no poseer un marco teórico de reflexión de cómo enfrentarlo, se banaliza, se enfoca en el otro y se convierte en un discurso de odio. Varios son los casos que ejemplifican lo que planteo, ahora que estamos en una época de demandas y de la apropiación de las calles, pero quiero fijar mi reflexión al tema del feminismo como corriente filosófica. 

Los discursos orales, los saberes y los métodos para confrontar los poderes que se utilizan para sustentar los atropellos contra la mujer son tan deficientes que la gran mayoría de argumentos utilizados se inclinan a la subjetividad o traumas personales que no tienen relación con el problema medular. El tema de la mujer en la sociedad posee una gran tradición de reflexión en los planos sociológicos, históricos, literarios y filosóficos pero “lamentablemente” el mismo género interesado lo desconoce al punto que su referencia discursiva para “condenar el acto y la reflexión del varón” recae continuamente en una experiencia sexual doméstica. 

El problema radica porque la mujer no se considera como un enunciador y fomentador del “machismo” sino como “la víctima” del discurso. Una gran mayoría de agentes que participan en demandas activas no se preguntan por el génesis del discurso dominante, no revisan cuáles son los patrones que desarrolla el empoderamiento de este discurso ni se debate sobre los saberes que han generado, desde los años cincuenta del siglo pasado específicamente, las propias mujeres para contrarrestar el silenciamiento, la violencia y la desigualdad de oportunidades. 

También debo acotar que los “grupos académicos denominados feministas” -los responsables sobre el fomento de las ideas académicas- no generan eficientemente mesas de información para compartir los saberes de las mismas mujeres, no existe una propuesta o visualización eficaz en el marco legal ni una identificación de la personalidad del posible agresor o una campaña para no fomentar “el machismo en el hogar” por parte de la progenitora. 

Feministas, de la segunda ola, como Simone de Beauvoir con “El segundo sexo”, Betty Friedan con “La mística de la feminidad”, Kate Millett con “Sexual Politics” o Germanine Greer con “La mujer eunuco” propusieron que el problema de la mujer era la misma mujer porque mantenía el discurso imperante, la construcción de lo “femenino” y la idea “santificada” de maternidad. Su análisis partió desde su mismo ser para generar “una cambio del pensamiento en la nueva mujer que tenían que empoderarse de los espacios sociales”. 

Sé que en estos tiempos las exigencias han cambiado pero lo que dificulta la materialización de las nuevas demandas que se exige hoy en día, como la violencia, a diferencia del siglo pasado, es que no se tiene un pensamiento concreto y revisado que sustente tal pedido. Salir a las calles te da presencia, manifestarse por las redes sociales te otorga respaldo pero no es el mecanismo para aminorar este gran problema de nuestra sociedad. 

Los medios actuales han democratizado la información que antes era manipulada y también nos han ayudado a organizarnos pero lo lamentable, en nuestra sociedad, la revolución informática nos ha llegado en una etapa cuando todavía no hemos sido capaz de conceptualizar nuestro ser y la sociedad donde habitamos, por ello, la abundante información nos desinforma, nos otorga desidia y nos confunde a tal punto que desestimamos que “los saberes son los que nos construye como individuo integrales y nos hace superar las taras sociales que debemos enfrentar cada cierto tiempo”.

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