LAS BATALLAS DE VIZCARRA


“Todas las señales que ha dado el presidente a raíz de la trágica muerte de Eyvi Ágreda han sido desesperanzadoras”.

El presidente Martín Vizcarra no va a luchar contra la violencia de género. Se pronunciará, apenas, contra la violencia hacia la mujer (¿alguien acaso podría pronunciarse a favor?). Manifestará su solidaridad contra las víctimas (pues con solidaridad se cambian realidades, ¿cierto?). Propondrá nuevas penas o nuevas infracciones (sanción al acoso callejero) que son ineficaces sin un cambio más profundo. Pero, en líneas generales, será solo un retoque del maquillaje y más de lo mismo, como la prometida Comisión de Emergencia (“si quieres que algo no se haga, encárgaselo a un comité”).

Perdonarán apreciados lectores el pesimismo, pero todas las señales que ha dado el presidente a raíz de la trágica muerte de Eyvi Ágredahan sido desesperanzadoras. Y me refiero no tanto a lo que dijo Vizcarra –le creo cuando dice que con “designios de la vida” se refería a la imposibilidad médica de preservar la vida de Ágreda y no a la agresión en sí misma–, sino a lo que calló. A la decisión consciente de no pronunciarse sobre el machismo, al silencio sobre los métodos de crianza, costumbres y estereotipos que aún practicamos como sociedad y siembran violencia, a la omisión de la palabra ‘género’, hoy casi convertida en lisura. Ausencias injustificables que se explican en el miedo. El miedo a apretar los botones que puedan desencadenar un enfrentamiento con grupos más interesados en conservar sus “tradiciones” que en conservar las vidas de las personas.

Este gobierno no quiere colisionar con el ala conservadora de Fuerza Popular –no son todos, pero muchos guardan silencio– y otros movimientos políticos y religiosos. Así como no quiere chocar con los pescadores artesanales y por eso deroga los decretos que permitían la explotación petrolera en el mar. Como tampoco quiere enfrentar marchas por el incremento de la tarifa del agua en Moquegua, y por eso lo suspende vulnerando la autonomía del regulador Sunass. Y si a alguien no le gusta el Impuesto Selectivo al Consumo y los peajes, pues también se revisan.

Por eso, las propuestas de reforma política aludidas por Vizcarra y el primer ministro Villanueva en sus alocuciones de estreno no están en el pedido de facultades legislativas (no vaya el Congreso a molestarse). Y si el Legislativo quiere cambiar las reglas de juego y censurarle cuantos gabinetes ministeriales guste sin ninguna consecuencia, Villanueva responde “no estamos preocupados”. Chill.

No creo que el presidente Vizcarra deba estar en posición de combate todo el tiempo. Basta ver cómo le funcionó eso a Humala. Dialogando se puede conseguir mucho más, pero ¿qué quiere conseguir Vizcarra? ¿Alguna reforma estructural en la que pueda sumar a otras tiendas políticas? ¿O –como parece– solo quiere sobrevivir? Si a PPK le molestaba el apelativo de ‘Humala 2.0’, ¿cómo se sentirá la chapa de ‘PPK 2.0’?

¿Se imagina, señor presidente, el impacto positivo que tendría una declaración suya contra el machismo? ¿Cuánta reflexión podría generar en las familias del Perú si invita a repensar los estereotipos sexistas que se manifiestan en casa desde que los padres mandan solo a la hija a lavar los platos, y celebran al hijo que se comporta como un mujeriego? ¿Cuántos agresores podríamos erradicar en el futuro si en el presente educáramos a nuestros hijos bajo un enfoque de género en el que nadie es superior a nadie solo por ser distinto? Lo mismo aplica para usted, señora Keiko Fujimori, que tiene tanto o más poder que el presidente y podría, apenas con un cambio de actitud, salvar vidas.
¿No es esta una batalla que vale la pena (y urge) pelear?

“Hay que saber escoger las batallas” reza una conocida frase. Parece que la única batalla escogida por el presidente Vizcarra es no pelear ninguna.

ANDRÉS CALDERÓN- COLUMNISTA DE EL COMERCIO

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