OTRO 5 DE ABRIL


85% de peruanos aplaudió el cierre del Congreso

Quisiera escribir sobre temas actuales, pero veo que siguen cacareando por el 5 de abril de hace 25 años como si hubiese sido ayer. Por un lado está la cucufatería política adicta a las poses y, por el otro, la jauría salvaje del progresismo antifujimorista. Unos se arrojan al piso, patalean y lloriquean a moco tendido por la “institucionalidad perdida”, se rasgan las vestiduras por la “democracia interrumpida” y claman al cielo “nunca más”. Otros se limitan a depositar toda su hez contra Fujimori. ¿Qué es exactamente lo que extrañan? ¿La democracia boba que sucumbía ante la crisis del Estado y el terrorismo de la izquierda? ¿El esquema socialista fracasado que nos llevó a una crisis sin salida? ¿Creen que podíamos superar los males sin cambiar nada?

La verdad es que no hay absolutamente nada por qué llorar. Todo lo que había antes del 5 de abril de 1992 era un desastre total y absoluto, incluyendo la tan idolatrada democracia de cartón. Así que no vengan a contarnos el cuento de que perdimos algo maravilloso. Eso lo creen los dogmáticos de la democracia, los tontos millennials y los progres que extrañan los días gloriosos del terrorismo. No se perdió nada que valga la pena extrañar o llorar. Nunca voté por Fujimori, pero estuve entre ese 83% de peruanos que aplaudió el 5 de abril. Y no me avergüenzo de decirlo.

En la psicología cognitiva distinguimos dos clases de racionalidad: la racionalidad epistémica y la pragmática. Para explicarlo fácil: consiste en que el cerebro se maneja en dos escenarios: el teórico y el pragmático. En el plano teórico uno puede ser muy creyente de Dios y tener mucha fe, pero no se confía en las oraciones para curarse, sino que acude al médico y toma las medicinas. Hay quienes llaman a eso “disonancia cognitiva” como si fuera una falla, pero no lo es. Así funcionamos muy bien o ya nos habríamos extinguido. Nadie lleva su moral al extremo. Todos estamos de acuerdo con muchas normas éticas y principios, pero al final nos movemos por lo que exigen la realidad y las circunstancias. Eso es lo que ocurre con las personas cuerdas y sensatas, capaces de vislumbrar las consecuencias de sus actos y decidir en función de ellas. De eso trata la inteligencia, lo otro es solo fanatismo y estupidez.

Solo los fanáticos anteponen el dogma, el principio, la teoría y la fe ante la realidad y las circunstancias, prefiriendo morir o matar en defensa de sus ideas congeladas. De hecho, lo que quisieran los fanáticos de la moral política es que los peruanos hubiésemos sucumbido bajo el terrorismo y la crisis defendiendo el templo sacrosanto de la democracia. El golpe unificó las ideas en horas críticas, ya que hasta ese momento la política era una olla de grillos. En el Congreso estaban más interesados por fustigar al gobierno que en resolver la crisis. ¿O ya olvidaron la vergonzosa Ley 25397 de “Control Parlamentario sobre los actos normativos del Presidente” con la que Fredemo y el Apra pretendieron maniatar a Fujimori? Ah, pero nadie menciona esa joyita de la “democracia”. ¿Acaso eso no fue un golpe parlamentario al Ejecutivo?

Lo único que importa hoy es posar como superhéroe de la democracia y condenar el golpe “porque todo golpe es malo”. Quienes así predican son solo marionetas repitiendo clichés: no piensan ni reflexionan ni evalúan circunstancias. Hay dogmáticos de la democracia, y son los bienintencionados y cursis; pero también está la jauría salvaje del antifujimorismo progresista siguiendo fielmente el libreto de la CVR.

Si no fuera por el 5 de abril de 1992 no hubiéramos podido cambiar de Constitución, y ese solo hecho hace que valga la pena celebrarlo. No solo se suspendió a un Congreso inoperante, sino que se convocó a un Congreso Constituyente. La nueva Constitución nos otorgó una institucionalidad moderna que sentó las bases del desarrollo que hasta hoy continúa. ¿O acaso esto es mentira? Lo malo que hubo luego en los noventa fue parte de los vicios eternos de la política peruana, donde abundan los corruptos, improvisados, franeleros, trepadores y arribistas. No por el 5 de abril.

Dante Bobadilla

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