LA MANCHA BLANCA


Estos lobbistas compran a quien gane las elecciones. ¿Y la democracia? Qué les importa, mientras haya negocio.

El presidente Pedro Pablo Kuczynski, cuando candidato, nos prometió un gobierno de técnicos independientes, un “dream team” que encauzaría las inversiones que vendrían a raudales. Su sola presencia y la de sus elegidos era garantía para que el gran capital internacional echara raíces por estos lares, ese del que se tiene grandes expectativas hace años pero del cual nada firme se concreta. PPK sería un mandatario con vena académica/intelectual, pero especialmente de intensa experiencia profesional en el mundo de las inversiones. Aparecía como un presidente de lujo en el contexto latinoamericano, como lo resaltó la revista The Economist.

¿Por qué, entonces, el sentimiento de frustración y fracaso? No basta con un “dream team” de ministros, sino que hace falta de 3000 a 4000 funcionarios públicos alineados.

Este sentimiento de frustración se ha puesto en paréntesis por el diluvio y desborde de ríos, pero lo cierto es que nadie hasta ahora había quemado tan rápido el capital político y la buena fe de los electores. Ni Toledo. Y eso preocupa: la economía no reacciona y los inversionistas siguen a la espera de que alguien muestre comando y decisión, mientras grupos extremistas capitalizan la situación (sobre todo en provincias).

En mi opinión, el fracaso viene de la miopía de quienes conforman el “dream team”, quienes vienen con un pensamiento único, forjado en los noventas, y con pugnas internas por el poder.

Veamos: los peruanos hemos aprendido a la mala cómo se debe tener en orden las cuentas fiscales. Le tenemos pavor a la inflación y para asegurarnos de que la mantendríamos dominada decidimos tener un Banco Central de Reserva independiente del poder político. Aprendimos que el Estado empresario no funciona (aunque por miedo a la reacción populachera mantengamos a Petroperú y SEDAPAL, entre otras empresas, bajo tutela estatal), por lo que tuvimos un proceso de privatización (ex post podemos decir que tuvo muchos “errores” pues los funcionarios públicos encargados del proceso terminaron de empleados de la empresa privatizada).

En la incipiente economía de mercado que estábamos creando (en 25 años de ajuste estructural, el 60% del PBI es informal y el 75% de la PEA trabaja en mercados informales), se fundaron las reguladoras para que fluya la libre competencia e impedir el “abuso de la posición de dominio” (llámese oligopolios y monopolios) en distintos rubros: telefonía, electricidad, transporte, servicios de agua/desagüe, infraestructura, etc., las cuales terminaron copadas por los regulados y dejaron a los consumidores indefensos.

En esos años, se va formando una tecnocracia que se llama apolítica pero que es el germen del lumpen capitalismo que tenemos hoy, acuñado en piedra como un pensamiento único que se ha convertido en el “sentido común” sin dudas ni murmuraciones. Dominan los medios de comunicación y crean centros de investigación, acallando cualquier voz disidente poco articulada. Bueno, es que también las voces de la llamada “izquierda” no han pasado de pachotadas como que el maldito “neoliberalismo” (cosa que no definen) es el mal de todo lo que nos sucede como las lluvias recientes, la violencia de género, etc. En realidad, es fácil taparles la boca por ignorantes e incompetentes.

Pero volvamos al tema: esa tecnocracia se dice llamar apolítica pues le permite estar en cualquier gobierno no importando su signo ideológico. Se consolida con el premier Roberto Dañino en el gobierno de Alejandro Toledo (hombre que tenía un partido cascarón sin cuadros propios y sin calidades personales) y particularmente se agrupan en el MEF dirigido por PPK. La era del cabildeo encubierto explotó, aunque se haya dado una “ley de lobbies”: nadie la cumple y los estudios de abogados están de plácemes.

El cabildeo encubierto es sinónimo de corrupción. Punto.


Esos mismos cuadros técnicos se mantienen con el gobierno de Alan García Pérez, pues quería borrar de la mente de los peruanos y de los libros de historia su desastroso primer gobierno. En el gobierno de Ollanta Humala son la garantía de que la “Gran Transformación” no se haría realidad y que cualquier desvío de la “Hoja de Ruta” sería enmendado inmediatamente. Por fuera, se tiene empresas de lobby como la de Carolina Castilla (hermana del ministro de Economía y Finanzas) y Cecilia Blume (asesora personal de PPK por años). Es la época de vacas gordas con un Estado que contrata megaobras.

Hoy están en primera fila del gobierno de PPK o haciendo lobby para las empresas que negocian con el gobierno. Ejemplo: la vergüenza del contrato del aeropuerto de Chinchero, con la hermana del premier como funcionaria de Kunturwasi y con la empresa de relaciones públicas New Link dirigida por Cecilia Blume.

En las alturas, existe una pugna entre el premier Fernando Zavala y Susana de la Puente (la mujer más poderosa del Perú) por el poder. No en vano, Gilbert Violeta, secretario general del partido de los ppkausas —partido que le arrebataron a Salvador Heresi— ha manifestado que PPK permanece secuestrado por “grupos de poder”. No hay espacio para los del partido, como tampoco para Mercedes Aráoz. Quien tiene su cuota de poder y ministros es Martín Vizcarra, primer vicepresidente y ministro.

Pero si le pasara algo a PPK, Vizcarra no será presidente. No lo dejarían. Tampoco a Mechita, así que mejor no se haga ilusiones.

Si se quiere entender por qué no se ha terminado las reformas de segunda generación que el país necesita para funcionar como una economía de mercado plena, tendríamos que entender el juego político de la “mancha blanca”. En un país de zonas grises, cultura combi y grupos de interés económico (no los llamo “derecha” pues no califican como tales, además se compran a quien gane las elecciones en vez de crear una corriente política propia), todos los que tiene acceso al poder ganan. Todos, menos por supuesto los ciudadanos de a pie. ¿Esto desgasta a la democracia? Qué les importa, mientras haya negocio.

La caída sostenida de la inversión privada desde hace tres años, el bajo nivel de crecimiento (que a su vez incide en el ritmo de disminución de pobreza y la creación de empleos) y la emergencia por el desastre nacional puede que desemboquen en un populismo radical. Para evitar eso, ¡empecemos por eliminar o neutralizar a la “mancha blanca”!

POR: MIGUEL SANTILLANA