LA IZQUIERDA OBAMISTA DESPRESTIGIA A NORTEAMÉRICA


Tras implosionar la URSS, Estados Unidos asumió el liderazgo planetario en solitario. Pasados casi 28 años, Norteamérica sigue ejerciéndolo. Pero el mundo ha cambiado. China floreció hasta alcanzar el segundo sitial como potencia económica internacional. Paralelamente, resurgiendo cual ave Fénix de las cenizas de una URSS militarmente todopoderosa -aunque estructural y socioeconómicamente fallida- Rusia se convirtió en potencia geoestratégica. En China, la transformación socioeconómica emprendida por el genial Deng Tsiao Ping abrazó la libertad de mercado y permitió la riqueza personal; vale decir, castró partes vertebrales de la doctrina comunista impuesta por Mao Tse Dong, alcanzando el objetivo esperado. Sobre Rusia, sin duda su aparición en la cima del orbe se debe al desempeño de una figura compleja, extraña y misteriosa llamada Vladimir Putin. Su extremada sagacidad –e inescrupulosidad- ayudaron a situarla en lugar privilegiado dentro del contexto de los grandes líderes contemporáneos.

Simultáneamente rememorando que Norteamérica –con denodado esfuerzo durante casi una década- finalmente pudo superar el crac económico de 2008 que deprimiera seriamente a la potencia mundial, no es menos cierto que en materia política –interna e internacional- Washington perdió fuerzas, perjudicando significativamente su liderazgo entre el concierto de naciones. Es más, la izquierda estadounidense -encarnada en Barak Obama- durante ocho años dinamitó parte de ese liderazgo al dividir el país entre buenos y malos. Pero sobre todo, al concederle demasiado espacio al letal pensamiento políticamente correcto. Que no es sino una de tantas vertientes que retroalimentan la ideología socialista planetaria. Como tal, Obama varió significativamente el centro de 
gravedad geopolítico del mundo. Una consecuencia de aquel temerario yerro de Obama fue el triunfo de Donald Trump. El público rechazó el maltrato a las posiciones políticas de centro y de derecha; corrientes que, como reveló la elección en noviembre pasado, son mayoritarias en USA.

El divisionismo promovido por Obama –empoderando estratégicamente a la progresía tras consolidar el sensual artificio de la corrección política que monopoliza el socialismo- es culpable del debilitamiento estadounidense en la arena internacional. Hoy la prensa mundial no hace sino desacreditar a Trump enrostrándole faltas y caricaturizándolo poco menos que como payaso -incluso nazi-, fragilizando la preeminencia planetaria norteamericana. Jaime González del ABC cita un ejemplo. Mientras Obama descubría que el presidente sirio Bashar Al-Assad utilizaba armas químicas, le advirtió que no podía permitirlo “porque significaría cruzar una línea roja”, que lo obligaría a intervenir. Entonces, explica González, “un conspicuo analista internacional de la izquierda, que está en posesión de la verdad geoestratégica, aseguraba que ´Obama ha fijado el listón´. El presidente sirio sabe a qué atenerse. Si emplea su arsenal químico, la intervención de EEUU sería justa y necesaria´”. Ahora, tras reincidir días atrás Al-Assad disparando armas químicas, el presidente Trump sencillamente aplicó la advertencia de Obama bombardeándole un aeropuerto. No obstante, aquel mismo internacionalista de izquierda que alabara a Obama por amenazar a Al-Assad, hoy sostiene que “Trump ha colocado unilateralmente al mundo al borde del abismo, porque ha tomado una decisión que tendrá gravísimas consecuencias”. Permanente descrédito de Washington, cortesía de la corrección política.


LUIS GARCÍA MIRÓ ELGUERA