TERRORISMO MEDIÁTICO


O cómo asesinar oportunidades de a poquito
Hay un defecto primario en la democracia: su fragilidad. Pero esa fragilidad constituye al mismo tiempo su fortaleza: la inclusión, la apertura y el dinamismo. La democracia de libre mercado, esa que propugna un sano equilibrio entre lo público y lo privado, entre la libertad económica y la política, esa que habla de tolerancia y de saldar deudas históricas, choca con la impaciencia y oportunismo de sendos grupos: el mediático y el politiquero.

La apertura democrática trajo a Latinoamérica la oportunidad de abrir camino a la creación de nuevas clases políticas, a la movilidad social y a la reducción de la pobreza. ¿Que falta mucho trecho? Sí, es cierto. Y en parte los logros del camino transitado se ven mellados con frecuencia por una clase mediática que pone lo superficial a la orden del día y que deja lo importante para después; y por supuesto, una clase política servil a intereses mezquinos y a la que esta superficialidad resulta conveniente, en tanto que embobante para un electorado que sigue siendo visto como en aquellas épocas de "pan y circo".

Recientemente leía una columna de Moisés Naím que no puedo dejar de compartir : "Pero quizás lo más interesante —y lo más peligroso— que está pasando es la frecuencia con la cual acontecimientos inéditos y situaciones excepcionales se han vuelto comunes. La normalización de lo excepcional es una importante característica de este tiempo (...) la preferencia de los medios por recoger lo popular, lo sensacional y lo divertido más que lo importante y aburrido no es nueva. Pero en los últimos tiempos esta tendencia ha llegado a su máxima expresión. La mejor evidencia de ello es la popularización de la noticias falsas", además de las noticias inútiles.

El tiempo que un adulto promedio invierte en Internet y redes sociales puede alcanzar una hora diaria, y en jóvenes puede llegar a tres o cuatro, si sumamos los breves lapsos de consulta al teléfono y añadimos la dedicación en la computadora. ¿Pero qué clase de noticias son consultadas? Con suerte Ud. tomará control de su Facebook o de su Twitter y leerá una o dos noticias importantes, o bien pasará este preciado tiempo en chismes de política, chismes de economía, chismes de cultura (si corre con suerte) chismes de chismes de los chismosos y una que otra publicación que pueda serle útil por su profesión o pasión.

El enfoque de las noticias pasa entonces a ser una suerte de terrorismo mediático que dinamita las bases de la confianza en el sistema y hace ver, con un enfoque tergiversado, la inutilidad absoluta de toda la clase política y de todas las instituciones. Nada más venenoso e irresponsable que la generalización. Lejos de recoger denuncias y proposiciones para solucionar los problemas, o de mostrar logros en algunas áreas, lo importante parece la exhibición de la podredumbre. No es noticia que el Congreso esté reformando su esquema de toma de decisiones, esa parte de institucionalidad es aburrida. Es mejor y más vendible decir que todos son inútiles, corruptos y que no hacen nada. Publicar entonces la última encuesta que augurará un futuro incierto y decir que hay más de US$ 900 millones lavados en corrupción en los últimos dos años, para luego no dar seguimiento, destapar la noticia o servir de contrapeso al propio sistema de fiscalización de las entidades competentes.

La denuncia continuada e irresponsable, sin término, es la sentencia de un sistema que se desdibuja y se enrarece en favor de los corruptos que parecen solo dejar el rastro de una portada escandalosa, para continuar su vida al momento que otro "escándalo" pueda ocupar las tintas. Banalidad que dinamita, insisto, la confianza en un sistema democrático que nos permita generar cambios y crear condiciones de crecimiento responsable. No son todos los medios, no son todos los periodistas, no son todos los políticos, no son todos los funcionarios. Pero los que son, definitivamente ocupan muchos puestos y mucho de nuestro tiempo.

El error está en que los problemas no se solucionan con denuncias. Los problemas no se resuelven con portadas y comisiones que ocupen páginas y que aceiten la máquina del show business político para luego seguir defraudando al ciudadano de a pie. Ese que, finalmente asqueado y aburrido de las escenas, acaba haciéndose adicto a la droga del espectáculo y centra sus pocas esperanzas en el primer outsider tipo Chávez, Iglesias o Trump que retome la dirección del circo; o al menos, con un cambio de actores y número. El terrorismo mediático está destrozando a la democracia en todas las latitudes, con el arma más potente para la destrucción del Estado: la banalización de la política.

Por @nancyarellano