VUELVE EL PPK DE SIEMPRE


El tecnócrata decidido a hacer grandes reformas


El mismo día que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) le entregaba las credenciales de Presidente de la República, PPK declaraba que el fujimorismo tenía el derecho a presidir la Mesa Directiva del Congreso porque era la mayoría legislativa electa. Unos días antes, el vicepresidente, Martín Vizcarra, había declarado que un “gesto democrático” del movimiento naranja sería ceder la Presidencia del Congreso a Peruanos por el Kambio. Vizcarra repetía la demanda formulada días antes por el Frente Amplio.

Algo más. Luego de un cónclave nacional con los titulares de los gobiernos subnacionales en el Cusco —en el que los presidentes regionales, en la práctica, plantearon un “estado federal” (solicitaban administrar el 50% del presupuesto)—, el propio Vizcarra anunciaba que no iba a integrar el próximo Gabinete a menos que se sancionara en el Legislativo la conformación de un ministerio de apoyo a las regiones. La estrategia de “regionalizar” a PPK provenía de la agenda izquierdista y era animada con fervor por Vizcarra. El objetivo: ampliar la base social y política de PPK para forzar una negociación con la mayoría fujimorista del Congreso.

En algún momento Pedro Pablo, viejo zorro de la política con todas las batallas y cicatrices habidas y por haber, decidió cortar por lo sano esta especie de guerrita infantil que algunos —como Vizcarra— pretendían desarrollar en contra del fujimorismo. El motivo de ese enfrentamiento era la falta de la “foto” entre PPK y Keiko Fujimori, que tanto reclamaba el diario antifujimorista. Horas después de que Vizcarra anunciara que no iba en el Gabinete, y antes de ser proclamado por el JNE, PPK se reunió con Fernando Zavala, enviando un mensaje claro sobre quién era el próximo Presidente del Consejo de Ministros y cuál era el perfil de su administración.

Todo parece indicar que las estrategias de quienes sueñan con ser algo más que los segundos de una presidencia ejercida por un hombre mayor empiezan a ceder a los asuntos de la gobernabilidad. Es decir, ante la necesidad de organizar un buen equipo de gobierno que enfrente los problemas del Perú y que, para cualquier persona con dos dedos de frente, semejante objetivo es absolutamente impensable sin diálogos con el fujimorismo.

PPK es un hombre ducho, y durante la campaña se convirtió en una especie de pluma que se dejaba llevar por todos los vientos que lo acercaban a la presidencia. Pero ahora se trata de gobernar. Y entonces, de una u otra manera, debe volver el PPK que experimentó la democracia de los ochenta, conoció a Fernando Belaunde y Manuel Ulloa, y condujo el Gabinete de Alejandro Toledo. Y ese PPK sabe que la única manera de ganar es desarrollando un buen gobierno. La idea de un PPK que bate las provincias para doblegar “al fujimorismo autoritario” solo le puede interesar a Verónika Mendoza, Gregorio Santos y Antauro Humala, pero de ninguna manera al propio PPK.

Un PPK que desarrolla un buen gobierno, que ubica a los tecnócratas y a los políticos donde deben estar, es un PPK que se fortalece y consigue el respaldo del 70% de los electores promercado en la primera vuelta. ¿Alguien se imagina al fujimorismo incendiando la pradera frente un gobierno de ese tipo?

No es exagerado sostener que, a lo mejor, se nos viene un gobierno tecnócrata de quilates y con el suficiente empaque para atreverse a hacer reformas. En ese caso las fuerzas promercado de la sociedad estarían oxigenando y fortaleciendo el modelo. Y si el fujimorismo desarrolla una inteligente y constructiva oposición, entonces, en las elecciones del 2016 no solo habremos ganado un buen gobierno, sino que también habremos confirmado una oposición promercado rumbo al 2021. La política siempre puede ser un arte.

Víctor Andrés Ponce

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