Julio Favre o el hombre de acción

Por: Ivan Arenas.

El 31 de julio pasado se conmemoró la desaparición física de Julio Favre Carranza. Centenares de amigos y conocidos llegaron hasta la Catedral de la ciudad de Huacho para recordarlo como lo que fue, un hombre de acción.

Pocas veces se ha visto que un empresario capte tanta admiración. Como se sabe, en el Perú a los empresarios les ronda cierto desdén. Nuestra cultura económica no necesariamente premia el esfuerzo y los logros legítimos sino por el contrario la informalidad económica y la viveza son silenciosamente aplaudidos como buen arte. En Julio Favre no pasó eso porque, como habíamos escrito, era un hombre de acción dispuesto a jugársela con todo por el Perú y sobre todo por una ciudad en especial, Huacho.

De tal modo que como hombre de acción no dudó en hacer empresa en tiempos difíciles. Es decir era un creador de riqueza en el sentido más puro del término. Alguna vez, en su larga lista de memorias, Abraham Lincoln escribió un carta al profesor de su hijo en el que le decía que le enseñe a ser como el acero porque “en la prueba de fuego se sabe que el acero es real”. Favre tuvo entonces varias pruebas de fuego que demostraron el acero del que estaba hecho. La difícil época de los ochenta tuvo dos pruebas inmensas: la crisis económica hiperinflacionaria y el terrorismo genocida de Sendero Luminoso, que dicho sea de paso le puso una bomba gratuitamente a su empresa Atahuampa. “Cuatro ratas miserables no impedirán que 800 obreras se queden sin trabajo, en 30 días reinauguramos” fue su respuesta.

Fue Basadre quien reclamó que el Perú republicano no había tenido una “clase dirigente”. Lo curioso es que con empresarios como Favre no pasó eso. No tuvo reparos ni dudas en involucrarse en asuntos políticos y asumir posiciones. En Huacho, capital de la región Lima provincias, se le recuerda como el empresario con capacidad de concertar las fuerzas políticas y económicas para asumir el compromiso por el desarrollo y el progreso. Es decir, tomó el papel de “clase dirigente” como presidente de la Cámara de Comercio de la Provincia de Huaura.

Leí muchas veces sus artículos y puntos de vista en los que sin duda encontraba acercamientos y, como no , también diferencias. Había fuerza y pasión por la política en cada una de sus columnas en tiempos en los que fijar puntos de vista era casi un sacrilegio. Tenía una visión clara. La defensa de la democracia, el estado de derecho, la creación de la riqueza y la libertad eran sus temas habituales.

Han pasado dos años desde su partida y, como casi todo hombre imprescindible, su ausencia ha generado un vacío, un enorme espacio. En Huacho asistieron a la misa por su memoria cientos de personas recordando además su vocación social y apoyo a las personas desamparadas, pero también su enorme optimismo por el camino que había retomado la patria: el crecimiento económico y el desarrollo de las fuerzas productivas.

A veces, cada cierto tiempo, aparecen en la política, como en otros oficios, ciertos “eslabones”. Probablemente para mí como huachano, testigo de cerca, Favre fue un “eslabón” que debemos recordar siempre, más aún en los momentos difíciles, porque solo allí se conoce el acero del que están hecho los hombres.

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