El servicio de inteligencia peruano y su coeficiente cero


A propósito de la investigación abierta por la Dircote sobre una obra teatral.


El último domingo, el programa Panorama reveló que la Dirección Contra el Terrorismo de la Policía Nacional (Dircote) realiza una investigación sobre la obra teatral “La cautiva”, una de las más importantes puestas en escenas de la dramaturgia peruana en el 2014. El hecho en sí mismo no tiene nada de criticable, pues es natural que esa unidad se encargue de investigar cualquier posibilidad de “apología al terrorismo” o de “propaganda subversiva”; lo que llama la atención son las observaciones y conclusiones del encargado de “analizar” la obra, quien señala la supuesta presencia de senderistas y sus arengas dentro de la obra teatral. Es decir, el total desconocimiento de la naturaleza del arte y la ficción, y la falta de inteligencia del “especialista” enviado por la Dircote.

Aquí tal vez sería bueno recordar de qué trata “La cautiva”, la obra de Luis Alberto León que resultó triunfadora en el concurso Sala de Parto 2013. La historia sucede en 1984, en una morgue ayacuchana. Ahí se encuentra el cadáver de María Josefa, una adolescente de 14 años, hija de terroristas de Sendero Luminoso. En la morgue, la adolescente es “despertada” por un joven oficial del ejército, para hacerla participar de algún tipo de relaciones sexuales necrofílicas. A partir de las conversaciones entre los dos jóvenes se va reconstruyendo la historia de María y también los crímenes cometidos por los terroristas como los excesos cometidos por miembros del ejército durante aquella sangrienta agresión de Sendero.

El psicoanalista Jorge Bruce, a salvo de cualquier sospecha “política”, ha reflexionado sobre la trama de la obra: “Tiene la audacia de indagar en la mente del militar violador necrofílico. Este oficial nos enrostra el abandono del cual ellos fueron objeto, como diciendo: nos arrojan al infierno y pretenden que no actuemos como demonios. No está ausente la barbarie senderista, representada en la horrenda masacre, de dimensiones bíblicas, de Huertahuaycco, donde los seguidores de Abimael obligaron a las madres a asesinar a sus propios bebés para que los militares no escuchen su llanto. Pero el eje de la pieza es el vínculo entre la cautiva y el joven militar, quien quiere violar a la muerta para que se extinga la vida hasta en él mismo”.

Por supuesto, nada de eso fue visto por el enviado de la Dircote, quien simplemente quedó impresionado con las arengas senderistas que se pueden escuchar dentro de la obra; y que él interpretó como arengas reales, dirigidas a convertir en senderistas a los espectadores, ¡Nada menos que los asistentes a la miraflorina y exclusiva sala teatral de Larcomar! Como si esas arengas no las dijera un actor que está representando a un personaje dentro de una ficción. Ese es el grado de torpeza y desconocimiento de la naturaleza del arte que suelen tener los censores, ya sean militares, policías o civiles; es el tipo de tonterías a los que puede llegar la inteligencia humana cuando está cautiva de parámetros y esquemas excesivamente rígidos.

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