Duro de matar


NO tengo dudas de que Alberto Fujimori tiene la mayor responsabilidad política de la corrupción de su gobierno, por haber empoderado a Montesinos tanto que éste acabó digitando el sistema de justicia, las fuerzas armadas, un sector de la prensa, el sistema de inteligencia y más. Pero tampoco tengo dudas de que Fujimori ha sido declarado culpable de graves delitos sin pruebas que lo inculpen y juzgado en el marco de 14 años de campañas orientadas a mostrarlo culpable. Sorprende que a pesar de este esfuerzo enorme de sus enemigos, estos no hayan logrado su objetivo: liquidar políticamente al fujimorismo. El 2014 Keiko Fujimori empezó en las encuestas con una intención de voto de 22% y acabó el año con 33%, es decir en tendencia al alza. ¿Cómo explicar este fracaso del anti?

Una primera explicación sería que Keiko ha tenido éxito en renovar esa corriente política y en darle un perfil democrático distante del autoritario que caracterizó el gobierno de su padre. A diferencia de éste, que no cree en los partidos, Keiko ha creado un partido popular-liberal y quiere que éste trascienda su apellido y sea una institución. De hecho ha viajado por todo el país para construirlo.

Otra explicación sería que las condenas contra Fujimori parecen haberse desgastado con los años. En el caso La Cantuta-Barrios Altos, por ejemplo, hoy se sabe que, desde el inicio de aquel juicio, el tribunal buscó una fórmula legal que permitiera condenarlo sin pruebas, algo inadmisible en una democracia. También parece haber influido la forma en que el anti se ha ensañado con Fujimori preso, al extremo de aislarlo y negarle derechos fundamentales.

Otro factor sería el hecho que los referentes políticos del anti están involucrados hoy en casos de corrupción. ¿Cómo confiar en ellos si condenan a Fujimori “por corrupto” y a la vez influyen desde el poder para frenar las investigaciones de corrupción abiertas a Alejandro Toledo, Alexis Humala, Omar Chehade, José León, Belaúnde Lossio y otros, en el Congreso, el Ministerio Público y el Poder Judicial?

¿Y en qué medida influye el hecho que a Fujimori no le hayan encontrado cuentas bancarias ocultas mientras que a Toledo sí le han cuentas millonarias y múltiples indicios de que se ha enriquecido ilegalmente? ¿Se puede creer en los anti cuando vemos que son sordos, mudos y ciegos ante el caso Toledo? ¿Se puede creer en la moralidad de quienes callan ante el caso Ecoteva o el caso Alexis?

¿Se puede creer en la calidad democrática o moral de quienes presionan desde su poder al sistema de justicia -igual que Montesinos- para hacerlo fallar en determinado sentido? Es sorprendente además ver como las sentencias a Fujimori parecen hechas por la misma mano.

Alberto Fujimori está pagando sus graves errores: carga sobre sus hombros el rechazo de un sector de la población y el Congreso inhabilitó para ejercer cargos de elección popular. La democracia castiga así los malos actos políticos: con sanciones políticas. Solo los regímenes totalitarios encarcelan a los ciudadanos por razones políticas, pero esto lamentablemente ocurre en el Perú desde el 2000, haciéndole un inmenso daño a nuestra democracia al violarse con ese propósito la presunción de inocencia y el debido proceso.

Cuando nos acercamos a los tres lustros de la caída del fujimorato, asombra ver cómo el fujimorismo se levanta hoy de sus cenizas tras haber vivido lo que sabemos. Sin duda estamos ante un fenómeno digno de ser estudiado por los investigadores sociales. El antifujimorismo debe estar preguntándose ¿por qué son tan duros de matar?

Por Víctor Robles Sosa

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