La revolución tecnológica en la Región Lima

Por: Javier Ivan Arenas 

El mundo no descansa. Mientras en la región Lima los dardos cargados de insultos e improperios entre tirios y troyanos funcionan como una máquina imparable, el mundo -también como una máquina imparable- no descansa. Acaba de terminar en la ciudad de Barcelona, en Cataluña, un encuentro llamado Smart Cities World o el Congreso Mundial de Ciudades Inteligente. ¿Qué es eso? El futuro, así de sencillo.

Y estamos alejados de este inmenso futuro. Tan grande debe ser el abismo que nos separa de ese “futuro smart” que no está siquiera en el lenguaje del debate. Parece que la segunda vuelta regional es una pesada tarea que ha dejado escapar las ideas y las propuestas. A los dos contendores parece que “se los ha tragado la selva” que es la frase como termina La Vorágine, el libro del colombiano José Eustasio Rivera. Como todo debate empieza con una pregunta, ésta sería –sin duda- ¿Cómo convertirnos en una región tecnológica?

Acaso la primera experiencia honrosa, fuera de la gran Lima, viene desde Arequipa. Allí hay un pequeño clúster alrededor de la innovación y el emprendimiento tecnológico que se ven fortalecidas por sus universidades. Sé que la comparación es impropia pero así empezó décadas atrás el Sillicon Valley de California, bajo el auspicio de la Universidad de Stanford cuando unos jóvenes inventaron el semiconductor del silicio. Allí también nació la Hewlett- Packard o simplemente HP. ¿No podemos hacer lo mismo en Huacho, por ejemplo, que tiene una ventaja comparativa de educación superior respecto a Cañete, Huaral o Barranca? ¿No podrían ser los jóvenes los primeros beneficiados? ¿Qué hace falta? Mucho.

Primero, establecer lo que se denomina como un “ecosistema para la innovación”. Es decir un ambiente que facilite el desarrollo de “start up” o “emprendimientos innovadores”. Una alianza pública-privada liderada por el Gobierno Regional y la Municipalidad Provincial junto a la universidad pública y las universidades privadas e institutos. Lo segundo es fijar una “cuota” de confinanciamiento a los proyectos innovadores que tienen mejores perspectivas de crecimiento, “capital semilla” a través de un gran programa de competitividad innovadora que atraiga la “voluntad del riesgo”. Lo tercero es buscar experiencias parecidas en América Latina y Estados Unidos. De Medellín, como ejemplo, acaso la única ciudad con ambiciones de convertirse en la primera Smart City en Sudamérica, podemos conocer el famoso Plan N que, francamente, despierta envidia. Incluso su política social está orientada a juntar Investigación + Desarrollo. Algo así podríamos hacer con el turismo y la agroexportación.

Pero lo que es indudable es que para convertir a Huacho en una "Smart City" hace falta el compromiso y sobre todo la "visión política". Me acuerdo de Pandit Nehru, sucesor de Gandi. Nehru era un hombre de acción y Gandi de la “paz”. Nehru tuvo la obsesión por convertir a India en un país dedicado a la producción de tecnología y por eso creó los Institutos Tecnológicos parecidos al MIT (Massachuset Institute Tecnology) o de Juscelino Kubisheck que propuso hacer "50 años en 5" en Brasil. Es que el desarrollo necesita también del liderazgo y la enorme capacidad de construir y diseñar el futuro y mirar sobre todo el largo plazo, lo que Ferdinand Braudel llamó la "onda larga" de la historia.

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