TIEMPOS DE URRESTI


El sicariato creciente y las controversiales explicaciones del ministro del Interior


La promesa de un almuerzo familiar un domingo cualquiera tiene como destino una reunión inolvidable. Al menos esa es la intención y cada quien se esfuerza por organizar a los suyos alrededor de una mesa para compartir y disfrutar: detalles que juegan a favor del corazón de una familia. Eso también ayuda para vivir mejor. Sin embargo, el agujero negro del sicariato puede tragarse de un bocado una celebrada atmósfera de paz e imponer el horror del banquete de los asesinos.

El crimen de un sujeto en la puerta del restaurante Rincón Gaucho en Barranco el domingo pasado, a plena luz del día, expresa que empezamos a vivir en el lejano oeste. No es un caso aislado, más bien responde a una continuidad de ajustes de cuentas que vienen siendo frecuentes e imparables a nivel nacional. Un fenómeno de violencia que proviene del mundo del hampa y no de un imaginario de percepciones febriles.

Pero el ministro del Interior, Daniel Urresti, piensa distinto y frente a cada episodio de asesinato demuestra estar premunido de respuestas estridentes para dejarnos absortos. “El 80% de lo que agobia a la gente es la delincuencia común (…) en un 90% las víctimas del sicariato son delincuentes. ¿Entonces, a quién debe preocuparle el sicariato tremendamente con esa estadística? Pues a los delincuentes, al poblador común no le preocupa mucho”.

A ver, ministro Urresti, qué nos quiere decir con esto, que solo es un lío de mafiosos y que específicamente las vendettas y sus consecuencias se reducen exclusivamente a ellos. Como que no es muy sensato tener esa interpretación. No es normal estar almorzando en un restaurante y te sazonen el plato del día con pólvora y sangre. O que un día cualquiera, rumbo al trabajo, alguien sea testigo involuntario de un crimen y le salpiquen los sesos de la víctima en la cara. Eso es el horror.

Entonces, qué ocurre con usted, ministro. La pregunta surge de manera inevitable ¿Usted es o se hace? Disculpe, pero la interrogante tiene validez, sobre todo por sus continuas declaraciones y participaciones signadas por lo inverosímil. Recuerde, por ejemplo, que confundió 400 kilos de coca con 138 kilos de yeso. Y para variar sindicó al candidato de Fuerza Popular por Barranca, Alberto Tapia, como dueño de la supuesta droga. Ahora, algo grave que no ha quedado en el olvido: el crimen del colega Hugo Bustíos en 1988, corresponsal de la revista Caretas. Un caso en el que usted está investigado. Los tribunales tendrán la palabra definitiva. Sin embargo, lo acosa también la interpelación: el jueves 23 está citado en el Congreso. Ojalá pueda hablar en serio, su situación lo exige.

Porque claro, en lugar de escuchar iniciativas que apunten a redefinir las estructuras de nuestras alicaídas fuerzas policiales y puedan estar en condiciones medianamente óptimas para desarticular a las mafias que se multiplican, usted apela a su natural “ingenio” y sorprende con acciones insólitas que evidencian no importarle la inseguridad que se vive. No hay señales de medidas de fondo para el problema. Solo se presta para la payasada mediática.

Por eso, ministro Urresti, cómo le hace para dormir en paz. Los ajustes de cuentas y las extorsiones aumentan. La ciudadanía se siente cada vez más vulnerable. Cuéntenos qué fórmula tiene para que la sangre que empieza a salpicarnos a todos no perturbe sus sueños.

Por Manuel Erausquin

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