OPINIÓN: HUACHO, O UNA CIUDAD PARA EL SIGLO 21

Por: Javier Iván Arenas

“Un habitante se convierte en ciudadano cuando la ciudad satisface sus deseos, cuando a través de este deseo satisfecho se relaciones afectivamente con ella” eso lo escribió Juan Carlos Pérgolis, investigador de la Universidad Católica de Barranquilla a propósito de la preocupación para hacer de Bogotá, la región capital colombiana, en la hermosa meseta del Cundinamarca, tierra de “cachacos”, una ciudad para el siglo 21.

¿Cómo hacemos de Huacho, una “urbe” para el siglo 21- o si somos menos ambiciosos- una ciudad habitable para los próximos 30 o 40 años? ¿Cómo hacemos para satisfacer los deseos de nuestros ciudadanos? ¿Qué debemos hacer para que los “impulsos colectivos” se conviertan en una “comunidad” con “sentido” de integridad e identidad?, finalmente, acaso la más importante, ¿quién acoge ese desafío?

Primero somos la capital de una región que tiene casi- si lo ponemos en perspectiva- el tamaño de Taiwán, un tigre asiático. Luego somos una ciudad “intermedia” entre Lima, la capital del Perú, y el eje norte, que empieza en Chimbote hasta “Pirua”, o cereal en quechua como dijo Aurelio Miroquesada, o Piura. Somos, también, la segunda ciudad regional con mayor población, 212 mil habitantes y con menor densidad de “ruralidad”, allí donde, por la geografía de montaña, está la pobreza y pobreza extrema y los servicios del estado son difíciles en costo y acceso. Los índices de analfabetismo son apenas de 2,3% y de pobreza extrema es de 0.8%, no estamos, creo, tan mal. Comercialmente somos un pequeño “hub” alrededor de Huaral y Barranca las dos ciudades que forman el histórico “norte chico” y que han tenido un crecimiento económico como plataformas de servicios (turismo nacional) y negocios. Eso probablemente ha llevado al incremento de la inseguridad ciudadana. No hemos podido evitarlo. Desde el estado provincial la respuesta ha sido pequeña.

El desarrollo exige acaso también una visión de prospectiva. Ver escenarios de futuro y poder hacerlas viables, por eso dicen que “el futuro se construye”. Nuestra ciudad está en un desierto por sur y norte. El crecimiento demográfico sino se planifica llevará a conflictos sociales primero por terrenos y luego por recursos, servicios básicos, agua potable sobre todo. ¿Estamos preparados para enfrentar ese primer reto, el de una demografía en crecimiento en una ciudad cerrada por los desiertos? ¿Entienden las autoridades estatales lo que significa eso? ¿Hay un plan grande de urbanización, de ordenamiento del territorio? ¿Será, acaso la campiña o Végueta la extensión “natural” de la ciudad? ¿Se acabarán las áreas verdes? El otro reto es la inseguridad ciudadana. Hemos sido más bien una ciudad tranquila. No conocíamos de asesinatos o sicariatos a luz del día y noticias como esa despertaban más bien el morbo. No eran noticias cotidianas como la son ahora. ¿Qué debemos hacer? ¿Poner más policías, mejorar las estrategias de prevención, cámaras en cada calle y avenida, participación ciudadana? Todo esto y más probablemente. La solución para la inseguridad ciudadana tiene, no solo, políticas draconianas sino también una mirada más profunda, acaso integral. Los positivistas de la mano de Augusto Comte decían que sin “orden” no había “progreso”. Eso es lo que probablemente falte; una mirada profunda exige una mirada de orden en una ciudad que crece cada día más y se desborda ante la inacción del estado provincial o regional. Creo que el tercer gran reto es ¿cómo ponemos al estado al servicio del ciudadano? ¿Cómo hacemos que la oferta de los servicios del estado provincial sean de calidad, con cobertura y eficiencia y generen “valor” para los ciudadanos?, ¿cómo creamos espacios públicos donde se integren las “emociones” y “desencuentros” de los ciudadanos que es de donde nace la “identidad” al decir de Pérgolis?

Finalmente el reto está en quién conduce ese cambio. Y eso definitivamente está en el campo de la política. Creo que es el momento que -por sobre todas las cosas “simples”- definamos una agenda por una ciudad más vivible, más habitable, acaso también más hermosa. El teórico italiano Marco Romano preguntó alguna vez cuál es el testimonio que deja nuestra sociedad para las futuras generaciones. Podemos, ahora más que nunca creo, asumir esa pregunta constuyendo una ciudad para el siglo 21, para nuestras futuras generaciones.

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