“El jueves un joven me encuentra y me dice: ¿señora como esta?, yo lo quedo mirando… ¿Yo quiero hablar con usted porque hace tiempo que no la veía?”, comenzó a relatar la anciana sorprendida. “Yo mido la presión -siguió manifestando- a todos los abuelitos y trabajo en el seguro llevándoles su pan y su café”.
“Yo lo hice pasar porque me pregunto dónde trabajaba, si mi esposo era jubilado. También me dijo para rezarle su casita y no se le vaya su dinero y yo confiada lo hice pasar para adentro”, contaba la septuagenaria. Estando en la sala dice que le invitó “a tomar cafecito recibiendo un pan junto a mi esposo, nos hemos quedado dormidos en el sillón y al despertar mi esposo ya no tenía su reloj y se había llevado 300 soles que tenía guardado.
Después de 2 horas me desperté y no podía caminar, tuve que llamar a mi sobrina porque mi esposo se había caído al suelo”, relató confundida la señora Hilda. Finalmente contó que un caso similar le pasó a un familiar que le invitaron unos picarones pero que estos no los comieron. Si estas es una nueva modalidad de asaltar las casas ya estamos todos advertidos para no conversar ni recibir nada de extraños, ni muchos menos dejar a las personas mayores solas porque son más vulnerables.
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