Avanza la segunda vuelta y se dibujan escalofriantes caricaturas de los contendores. De un lado está la de una joven inexperta, que no sería mucho sin el apellido paterno, heredera de una temible y malsana autocracia, y que esconde —detrás de una sonrisa amable y serena mirada— oscuros personajes que, agazapados, esperarían la oportunidad para liquidar la democracia y hundir al Perú en los reinos de la oscuridad.
La otra caricatura es la de un anciano de dudosa nacionalidad, agente de los ricos, amigo de banqueros, lobista emérito, miembro pleno de la más rancia aristocracia e ignorante de los sentimientos populares. Murmuran los dibujantes que, además, su salud sería endeble. Ambas caricaturas son grotescas. Veamos por qué.
Primero. Keiko demostró temple y serenidad en la adversidad. A la caída de su padre pudo irse, pues corría el riesgo de convertirse en el pararrayos de muchas venganzas. Justo, no hubiese sido, pero extraño, tampoco. Dicen que el carácter es el destino del hombre; pues bien, si se trata de carácter, lo tiene.
Segundo. PPK es cualquier cosa menos un agente de los ricos, por muchos amigos que tenga entre ellos. Es el hijo de inmigrantes que llegaron al Perú llenos de deseos de trabajar, vocación de servicio y agradecimiento por salvarse de la Segunda Guerra Mundial. El espacio que se ganó en el mundo no lo heredó, lo labró con esfuerzo y talento. Su historia es la historia de los migrantes que en una nueva tierra construyen un mejor futuro.
Tercero. Las intenciones de Keiko —según piensan algunos, nefastas— las ignoramos. Solo podemos conjeturar al respecto y formarnos impresiones subjetivas sobre ellas. Lo que no resulta descabellado es preocuparse, ya que sus partidarios aplaudieron más de un abuso y corruptela. Del mismo modo, era válido cuestionar las intenciones de García en el 2006, cuando el pueblo le permitió redimir la catástrofe de su primer gobierno.
Cuarto. PPK conoce el Perú, y tiene ideas y conceptos claros sobre su desarrollo. Entiende las necesidades y aspiraciones de su gente mucho más de lo que aparenta. Su visión es modernizadora, una lectura positiva del futuro, sobre cómo incorporar a los que están o se sienten marginados del desarrollo y la modernidad. El problema es que este buen deseo puede pasar a veces por elitismo.
Entonces, ¿qué diferencias hay entre los candidatos? Pienso que tienen intuiciones diferentes y complementarias. La de PPK es la de modernizar para incluir. El problema es que modernizar implica cambios que pueden despertar la oposición de sus beneficiarios, por una lectura diferente de cómo estos perciben sus propias necesidades e intereses. La minería es un ejemplo, pero lo son también las controversias recientes sobre las AFP (retiro de fondos y aportes de independientes).
La intuición de Keiko sería populista, de abajo hacia arriba, con un mayor énfasis en lo político que en lo económico. Marginar al radicalismo con más presencia del Estado, mediante obra física directa, ocasionales rompimientos con la CONFIEP y algo de asistencialismo. Querrá guardar cortés distancia con las grandes empresas. Estos serían pequeños costos a pagar para preservar la integridad del sistema.
Los grandes estadistas han logrado sintetizar estas dos visiones. Ojalá que el candidato ganador pueda hacerlo.
Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez
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