NO GANÓ PPK, SINO EL NO A KEIKO


El resultado de ayer constituye, antes que el triunfo de Pedro Pablo Kuczynski, la victoria del ‘No a Keiko’, lo cual explica cómo el peor candidato terminó de Presidente.

La principal ventaja de PPK como candidato fue que era, como señaló esta columna hace más de un año, ‘el mejor mal menor’ de la vitrina, un atributo que suelen tener los que ganan las elecciones peruanas.

PPK iba segundo –detrás de Fujimori– cuando llegó César Acuña y casi lo pasa si no fuera por las acusaciones de plagio y la exclusión abusiva del JNE; luego llegó Julio Guzmán, quien lo pasó como poste en carretera hasta que el JNE también lo excluyó en otra maniobra abusiva; y en el tramo final llegó Verónika Mendoza, quien casi lo saca de la segunda vuelta


Pero las campañas requieren suerte, y vaya si PPK la tuvo, pero eso no es lo único que explica su triunfo pues, en la recta final, cuando Fujimori tenía la banda en el bolsillo, varios factores cambiaron el rumbo.

Primero, el buen desempeño en el segundo debate. Segundo, el apoyo formal de la izquierda como rechazo al fujimorismo. Tercero, la marcha ‘No a Keiko’ que era, por la oportunidad, ‘Sí a PPK’. Cuarto, la radicalización del discurso antifujimorista de PPK. Y, quinto, la acusación de lavado de dinero contra Joaquín Ramírez, el no deslinde oportuno y, principalmente, la burda maniobra para desmontar la denuncia –cuando ya era obvio que no había tenido un impacto en las encuestas– a través del ya fenecido programa ‘Las cosas como son’, el cual Keiko Fujimori siempre recordará como su Waterloo.

Este hecho fue demoledor en su candidatura. Si hubiera involucrado a alguien como, por ejemplo, Héctor Becerril, se habría entendido, pero al vincularse a José Chlimper –quien le daba una nueva imagen a la agrupación–, llevó a muchos a pensar que el fujimorismo de Keiko no había cambiado y usaba las mismas armas sucias del fujimontesinismo de Alberto.

Ahora PPK tiene pendiente el desafío de sacar adelante un gobierno que, por primera vez en mucho tiempo, enfrentará a una oposición con sólida mayoría en el Congreso.

Y Keiko Fujimori enfrentará la difícil situación personal de tener que hacer de tripas, corazón, para continuar después de una década en campaña, por al menos un lustro más, en medio de la ambición del fujimorismo duro encarnado por su hermano Kenji –quien ni siquiera fue a votar ayer– pero, principalmente, de un antifujimorismo tan fuerte que se reactiva en cada nueva elección, impidiéndole un retorno al poder.

Augusto Alvarez Rodrich.

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