¿Quién cosechará el 2016?


El 2014 se marcha dejándonos un escenario político dibujado por las reacciones encontradas en torno a la aprobación del Régimen Laboral Juvenil (RLJ): en contra de la norma están los sectores sociales ideologizados, liderados por los partidos políticos, los colectivos y ONG, y a favor están la prensa independiente, los técnicos y la mayoría silenciosa integrada por millones de emprendedores y trabajadores que se refugian en la informalidad porque no pueden pagar los costos legales que le impone la actual legislación. La pregunta es, ¿quién cosechará los votos de esta mayoría?

Por lo pronto, los principales partidos políticos democráticos se han puesto de espaldas a ese sector al dejarse llevar por un mal cálculo electoral o tal vez porque carecen de una visión clara del desarrollo nacional. Debemos distinguir a esos partidos de los otros grupos que, por ideología, rechazan toda reforma laboral solo para socavar el modelo económico.

El 2015 se iniciará la campaña hacia el 2016, pero aquella se ha adelantado al parecer con el debate sobre el RLJ, pues bastó que Alan García se situase a la izquierda tomando distancia de la reforma, para que los demás candidatos potenciales hagan lo mismo -hasta Pedro Pablo Kuczynski- pensando que así no perderán apoyo electoral. Otra vez, todos buscan un perfil de “izquierda” pensando que solo así podrían ganar.

Craso error. Quien decidirá el ganador en las urnas el 2016 será la mayoría silenciosa que impidió el proyecto autoritario de la reelección conyugal y la re-estatización de la refinación de los combustibles -para manejar políticamente los precios-, es decir aquella que conforman las clases medias emergentes, los emprendedores y los trabajadores informales que no creen en el estado ni en las políticas estatistas.

Esa mayoría se siente marginada por la legislación demagógica que defienden de alguna manera los partidos al oponerse a la reforma laboral. Marginada porque los sobrecostos laborales que impone aquella norma impide que las empresas crezcan, y porque también limita a los jóvenes la posibilidad de acceder a un empleo digno. Por eso esa mayoría vota por los candidatos que se enfrentan al estado burocrático que los asfixia.

Si esa mayoría no se ha hecho sentir en el debate sobre la RLJ es porque está en temporada alta de ventas, tal como sucede en la mayoría de mercados populares del país. Sin embargo algunas voces del emporio Gamarra ya han criticado a quienes se oponen a la reforma laboral y han anunciado que apenas pasen las fiestas, en enero, se movilizarán en las calles para hacer sentir su voz.

La pregunta es ¿qué harán entonces los partidos políticos democráticos, cuando vean a los emprendedores y a los jóvenes que trabajan en la informalidad desfilando por plazas y avenidas en apoyo a una reforma laboral? ¿Dejarán que solo el gobierno capitalice políticamente la defensa de los intereses de la mayoría silenciosa, como pretende hacerlo, o también darán marcha atrás de nuevo y apoyarán la reforma?

En realismo político aconseja en este caso rectificar el error, que no es solo el cambio de opinión respecto de una norma, sino revisar a fondo su visión de la realidad nacional y su divorcio político de un vasto segmento de la sociedad que no se siente representado por esas organizaciones políticas. En suma, los partidos tiene ahora la gran oportunidad de enfrentar y superar la crisis de representación social que arrastran durante décadas y que los ha reducido a su mínima expresión institucional.

Solo representando los intereses de las mayorías, sintonizando con lo que ellas anhelan, es posible ganar las elecciones. ¿Quién lo hará el 2016?

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