Informalidad y confianza: Imposible ser formal cuando el costo es dejar de ser competitivo


Alberto Vergara sostiene en su libro “Ciudadanos sin República” que el neoliberalismo cumplió lo que prometió: el libre mercado trajo progreso, crecimiento y desarrollo. No nos mintió. Sin embargo la República no cumple lo ofrecido, digamos desde siempre: la institucionalidad no brinda ni justicia social, ni equidad o igualdad. Es decir la república nos mintió. El estado hace política, la calle economía. Los mercados crecen al margen de las políticas y de los políticos, a quienes desprecian y censuran. Un análisis lúcido de este doctor en ciencias políticas.

Efectivamente hace tres o cuatro décadas el debate se planteaba entre la relación del capital con el proletariado, o entre el capital privado con el estado emprendedor. Las reivindicaciones sociales eran producto de negociaciones entre la “patronal ” y los sindicatos, convirtiendo los derechos adquiridos en conquistas sociales. Eran años en los que las estatizaciones espantaron a la inversión privada.

Nada hacía prever que unos años más tarde cinco millones de micro y pequeñas empresas iban a ser los protagonistas sociales del cambio. Responsables de más del 90% del empleo y de cerca del 50% del PBI. El sector Pymes lidera la economía: Individualistas, capitalistas, pragmáticos e informales.

Hace unos años Hernando de Soto, en una visita a Gamarra, me preguntó por qué Gamarra crecía a un promedio anual de 17%, muy por encima del resto de la economía. Le contesté que simplemente habíamos tenido un régimen tributario especial: sin factura. Esto permitió que los empresarios generaran ahorro y con éste se construyeron galerías.

Sin embargo, en el sector tenemos un índice de informalidad cercano al 80%, que no muestra tendencia a la baja. Si relacionamos esta informalidad con el empleo habría entonces más de 7 u 8 millones de peruanos sin ningún derecho laboral, ni jubilación, ni seguro médico. Y si lo vinculamos al PBI entonces la economía popular informal supera los 50,000 millones de soles. Cifras imposibles de medir.

En los últimos años los empresarios de Gamarra nos hemos reunido en diversas oportunidades con distintos ministros de la Producción, defendiéndonos de los rezagos mercantilistas que protegen a ciertos productores nacionales encareciendo la importación de bienes intermedios, precisamente cuando la manufactura asiática ingresa sin restricciones y en gran parte subvaluada o de contrabando, o cuando SENASA inventó fraudulentamente un riesgo fitosanitario con el propósito de prohibir la importación de hilado de la India.

En este escenario de competencia globalizada no cabe ser liberales a medias. No podemos ser liberales en la manufactura y proteccionistas en los insumos. Los recursos que estas políticas drenan son a costa de las Pymes, lo cual es inmoral. No le pedimos proteccionismo al Estado, solo que evite el fraude, la trampa y los privilegios de los que sí están institucionalizados y tienen voceros mediáticos.

Finalmente, la formalidad o informalidad es un tema de vivir o morir. Si ser formal me cuesta ser competitivo entonces no lo seré. No solo pasa por reformas laborales o tributarias sino por restablecer la confianza en un Estado que tiene un claro sesgo fiscalizador y no promotor. Formalizarse sin una amnistía patrimonial es exponerse a las garras de la Sunat o, peor aún, a asumir que el capital formalizado no se generó en épocas de informalidad sino a través del lavado de activos. Y ahí empieza otra historia.

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